Por Costantino Cavalleri
Si valoramos el tema desde la óptica cuantitativa, l@s anarquistas que han osado abordar las luchas independentistas, o de liberación nacional, fuera de prejuicios ideológicos o lingüísticos, han sido numéricamente una ínfima minoría del movimiento. Esto resulta sustancialmente cierto incluso para el periodo en el cual la implicación anarquista en tales luchas ha sido importante, en el mismo corazón de la Europa occidental: los años a caballo entre el inicio de la década de 1970 y finales del decenio siguiente.
Quizás una consideración más atenta de la temática habría abierto al anarquismo la posibilidad de tener una influencia mayor, más consistente, en todas aquellas situaciones de lucha por la autodeterminación que implican a poblaciones más o menos amplias, y que representan un grave problema de gestión para el Estado capital en general, y para los Estados tradicionales en concreto. Pensemos en la situación que debe afrontar el Estado español en relación a la cuestión vasca o catalana, y frente a las tensiones centrifugas que cristalizan en zonas como Asturias o Galiza; también en la situación que se le presenta al Estado francés en relación a las cuestiones vasca y corsa, y a las cada vez más emergentes de la población bretona.
La mayor parte del movimiento anarquista, no habiendo afrontado el problema de la liberación nacional, si no es esporádicamente y a través de las lentes de la ideología, no llega nunca a comprenderlo en su esencia, y persiste en su distanciamiento de las realidades correspondientes. Dejando las manos libres a todo lo que de especulativo, instrumentalizador, electoralista y autoritario hay en todas aquellas manifestaciones, iniciativas, encuentros, congresos y operaciones mediáticas llevadas a cabo por partidos y grupos políticos presentes en el territorio en los que se desarrolla una lucha independentista. Grupos y partidos que tienen como referencia a las instituciones europeas, y las avalan como referentes de “primer orden” para aquellas “naciones sin Estado” de las que se autoproclaman representantes cualificados. Y es evidente que si el anarquismo, en base a consideraciones exclusivamente “de principios” fundadas sobre razonamientos de doctrina aparentemente calificativos, continua situándose fuera de esos contextos de lucha, solamente refuerza la tendencia “purista” que lo aleja de esa sociedad que no llega a entender a la que solo lecturas e interpretaciones acomodadas reducen a una masa completamente entregada al chovinismo o “nazionalismo”.
Aunque solo sea desde la óptica de la lucha antirrepresiva que los movimientos revolucionarios de clase deben afrontar contra la actuación de la universalizadora policía del nuevo estado europeo, hay que continuar criticando el apoyo que le dan las grandes y pequeñas fuerzas que sostienen las instituciones interestatales del viejo continente, y las operaciones que requieren intervenciones directas en aquellas realidades “locales “de las que emerge un apoyo directo o indirecto a dichas instituciones. No solo, la misma crítica del capital y la concentración económico-monopolística de los grandes trust (productivos y financieros) que gobiernan Europa, debe encontrar en las poblaciones locales un referente valido que tirando en dirección centrifuga representan una posibilidad de obstaculizar los diseños homologadores y pacificadores del capital-Estado multinacional.
El haber excluido la lucha de liberación nacional del ámbito de los intereses y la actuación propia, el haberla confundido voluntariamente con el chovinismo (porque deriva de interpretaciones ideológicas), ha constreñido a la mayoría de l@s anarquistas a los márgenes de movimientos sociales de gran relevancia y más aun a no comprender nada, y por tanto a no poder desarrollar un papel positivo, en los conflictos entre etnias diferentes, abandonadas a la manipulación de las diferentes fuerzas autoritarias cuyo único objetivo es la gestión del poder (ligado siempre y en todo lugar al Estado-capital tradicional): pensemos en la ausencia casi total del anarquismo en los recientes conflictos en los estados ex socialistas y en particular en la ex Yugoslavia.
En cambio, hoy como ayer, a los ojos de aquell@s de nosotr@s que miramos a la sociedad con desencanto, lejos de lecturas políticocéntricas, de los dogmas ideológicos, y a la vez somos crític@s radicales de la ideología mortificante del poder constituido en todas sus variantes, no es imposible entrever a través del velo con el que se intentan ocultar los conflictos sociales, momentos significativos de esa oposición no valorada ni considerada en sus justos términos sociales y culturales. Esa oposición pone en discusión las tensiones mundializadoras del capital-Estado: el redescubrimiento de algunos elementos de la cultura “tradicional” de las comunidades humanas, vaciados de los valores y del sentido de la vida de las que son portadores por la ideología dominante de la mercancía y el consenso generalizado en torno al sistema de alienación vigente. La recuperación de la música étnica, de las lenguas, de las tradiciones, señala (es cierto que de manera contradictoria y fácilmente utilizable en el circuito cuasi-religioso y comercializador de lo exótico que representa una faceta más de la mercancía postindustrial) un emerger de sensibilidad que redirecciona voluntades y conciencias hacia la búsqueda de una visión más ajustada a la medida del ser humano, enraizada en el magma de la nación.
Observar hoy día los acontecimientos del territorio en el que se habita con una concepción que ve al hombre como sustancialmente ligado al territorio, y no intente salvaguardar su integridad, o al menos reservarle cierto respeto, supone ofrecer una ocasión manipulable para las posiciones y movimientos ecologistas cogestores del sistema del Estado-capital; pero esta visión también abre la posibilidad a disidencias radicales y oposiciones reales a la marcha general.
Cierto, se trata casi siempre de movimientos y sensibilidades que desde finales de la postguerra de la II Guerra Mundial han emergido en las sociedades altamente tecnológicas y opulentas: los USA y parte de la Europa occidental; y que el mismo sistema ha contribuido a dirigir en parte hacia su propia neutralización en las modas new age y el orientalismo. Artificios y comportamientos pacificadores que han el espíritu originario y reconducido a sus portador@s a la vida tranquila que la sociedad del Estado-capital reproduce esterilizando las tensiones centrifugas con ejercicios de yoga, ecologismo de postal, cocina orientalizante, literatura “esotérica”, mentalidad budista…todo ello coexistiendo en simbiosis con la presencia de la metrópoli, incluso con la más alienada del mundo.
En cambio, nada puede declararse definitivamente pacificado. En el corazón de la propia Europa late un universo, un mundo no plenamente aculturizado ni domesticado a la voluntad, los valores e intereses del Estado-capital postindustrial. Es el mundo de las zonas rurales, donde las poblaciones campesinas y montañesas, o la de las zonas tradicionalmente dedicadas a la explotación minera, enraizadas en su territorio y su propia actividad económica, y por lo tanto ligadas a la cultura de la que esa actividad es un simple trazo, se adaptan mal a las reestructuraciones sustanciales que impone la globalización del mercado en la época telemática.
El mismo fenómeno de la dependencia total del campo, de la ruralidad en general, de los pueblos y aldeas, respecto de la metrópoli, y de esta respecto a los pocos centros del planeta en los que se juega la suerte de las multinacionales en gigantescas operaciones político-financieras, determina o esta redeterminando un fenómeno de emigración hacia el centro del sistema planetario, hacia la metrópoli entendida en un doble sentido, como ciudad y como país rico. Un fenómeno de dimensiones tan amplias necesariamente debe encontrar, tarde o temprano, un dique, un límite. Límite que no es difícil imaginar cruento, autoritario, represivo, como de hecho ya se manifiesta frente a millones de desesperad@s obligad@s a huir de su propia tierra a causa de las condiciones que la colonización occidental ha impuesto recientemente o en el pasado más o menos remoto.
Son estos fenómenos abiertos a miles de posibilidades, en las que esta vez l@s anarquistas, l@s libertari@s, tod@s l@s antiautoritari@s están llamad@s a intervenir. Y es necesario que esta vez lo hagan repasando y reevaluando las cosas a la luz de las experiencias del pasado, y en particular de la lucha de liberación nacional y de la posición asumida por much@s al respecto.
Dicho lo cual queda decir, en pocas líneas, algunas cosas de diversa naturaleza, que en el curso de los años me han llevado, de un modo u otro, a focalizar mejor – dentro de la concepción anarquista de la existencia y de la lucha revolucionaria/insurreccionalista- la lucha de liberación nacional, las ocasiones histórico-culturales que la originaron y los elementos que deben caracterizarla para alejarla del tentáculo monopolizador de las fuerzas del poder que en múltiples situaciones la están reduciendo a un asunto de negociación política, o matándola del todo encauzándola hacia el camino sin salida del enfrentamiento entre ejércitos -el del Estado dominante contra el del Estado que pretende emerger-.
La reestructuración de la disposición capitalista mundial derivada de la informatización de todos los ámbitos de la sociedad, obviamente ha rediseñado también el papel de los propios Estados. La universalidad del capitalismo, de las reglas impuestas para la producción y el consumo de las mercancías, asigna a cada estado el papel predominante de garante de la integridad del capital, de las inversiones, de la circulación de las mercancías, del beneficio del robo. El viejo Estado-nación, con su ideología funcional y mistificadora, no tiene ya como tarea el garantizar el capital nacional, sino el capital internacional de las multinacionales. Y debe garantizarlo, no según sus propias reglas, sino según aquellas que son establecidas en los diversos acuerdos multiestatales, en los que son las propias multinacionales, a las que están ligados los Estados y gobiernos de todo el mundo, las que proponen e imponen sus reglas. La política de fondo de esos acuerdos es la institución mediante la fuerza del chantaje y de los ejércitos de las llamadas “leyes económicas” y asegurar a los dueños del mundo el libre acceso a las materias primas, la eliminación de la competencia, el control de las poblaciones y su dependencia de las centrales de manipulación genética tanto en el campo alimentario como en el industrial. Los Estados tradicionales tienen el deber de satisfacer esas necesidades.
En aquellas situaciones en las que los Estados tradicionales deben afrontar fuerzas centrifugas, como las luchas de liberación nacional, se intenta recomponer un orden estable, incluso permitiendo la creación de nuevos Estados, aunque imponiendo un periodo de prueba para evaluar la capacidad del nuevo Estado para imponer el orden social deseado en el territorio de su competencia. Esta dirección de la política mundial se puede observar aplicada en Palestina, con el consenso del propio Estado israelí, o en Irak con la constitución de la región autónoma de Kurdistán. Pero también se pueden observar contratos parecidos en las periódicas propuestas de “pacificación definitiva” en España, en Inglaterra y parcialmente en Francia frente a Córcega. La destrucción total y definitiva del Estado ex yugoslavo es un ejemplo consumado de cómo se pretende obrar cuando no existen soluciones alternativas. Dentro del mismo marco se pueden interpretar también los acontecimientos de América latina y del continente africano.
La política imperialista actual gira en torno a situaciones sociales que deben ser estabilizadas, y en cierto modo pacificadas, dentro de los modelos de existencia basados en la homologación cultural y la dependencia material del dominio centralizado de las mercancías virtuales. El nacimiento y la muerte de los estados, guardianes de los intereses del capital, ahora está ligada a la virtud de cada uno de ellos para controlar el territorio asignado. Allí donde los gestores de los nuevos Estados se muestran capaces de gestionar la seguridad del capital mejor que los Estados preexistentes, por grandes o pequeños que estos sean, son alimentados y sostenidos por la política mundial, a nivel económico, ideológico y militar. Pero allí donde no demuestran esa capacidad (es el caso del Estado palestino, de los estados emergidos del desmembramiento de Yugoslavia, etc.) se está dispuestos a interrumpir los acuerdos, discutir los tratados, a alimentar guerras de exterminio entre las poblaciones, con el objetivo de resolver, mediante la destrucción masiva, las contradicciones emergentes de las situaciones sociales no pacificadas.
Observar a esas realidades con ojos desencantados significa considerarlas a la luz de lo que no puede ser mitificado, ni instrumentalizado: a la luz de la autodeterminación que parte del individuo. No el individuo místico nacido de la ideología, sino al individuo nacido de su vivencia social, cultural, esto es el individuo de carne y hueso, nacido y vivido en el seno de comunidades reales, en un territorio determinado, dentro de una historia dada, que por bella o brutal que sea, es al fin y al cabo “su historia”.
Una mirada así sólo resulta significativa si no se absolutizan los conceptos y las realidades que estos expresan; además no sé si es del todo posible depurar al mismo lenguaje de todas las incrustaciones de la ideología del dominio que se le han impreso a lo largo de los siglos.
Así, desde este punto de vista el anarquismo tiene cosas que decir al respecto, cosas parecidas a, desde las consideraciones de Bakunin pasando a los estudios de científicos sociales como Elisée Reclús y Piotr Kropotkin, obviamente limpiándolas del lastre positivista y progresista propio de su época.
Por ahora se trata solo de lanzar un desafío para el debate.
(Revista “Nihil”, nº de mayo-agosto de 2006)
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Costantino Cavalleri
Historiador, editor, escritor, teórico y activista anarquista sardo.
Fundador, organizador y alma mater del archivo, biblioteca, editorial e imprenta “Arkiviu Bibrioteka T.Serra” de Guasila, Cerdeña. Desde esta pequeña editorial ha editado toda su obra teórica sobre el anarquismo insurreccionalista y su dimensión operativa en determinados contextos de luchas sociales. También ha editado y divulgado multitud de libros, folletos y opúsculos sobre anarquismo, luchas de liberación nacional, Historia de Cerdeña, luchas populares concretas… así como un gran número de revistas anarquistas y antiautoritarias: “Anarkiviu”, “Nihil”, “Su Gazettinu”, “Birdi ke porru”, etc.
Sus principales contribuciones teóricas a lo que se ha venido definiendo como “anarquismo insurreccionalista”, del que junto a Alfredo Maria Bonanno se le considera el principal teórico, se encuentran resumidas en dos escritos: “Internacional Antiautoritaria Insurreccionalista. Propuesta para un debate”(1993) y “El Anarquismo en la sociedad postindustrial”(1999).
En 1992 fue acusado de tener relación con una serie de ataques con explosivos contra el ejército italiano. Esta campaña de persecución ocurrió en el contexto de la “Operación Paris”: con el pretexto de una serie de secuestros ocurridos en Cerdeña, el ejército italiano fue desplegado en las zonas rurales de la isla, lo que generó gran malestar que en parte se reflejo en multitud de ataques contra las tropas (tiroteos, con explosivos, con molotov…).
En mayo-junio de 1993, a través del boletín Anarkiviu (editado en Guasila, Cerdeña), fue un@ de l@s principales impulsor@s de una propuesta para crear una coordinadora informal de grupos, colectivos e individualidades anarquistas y antiautoritarios de Europa. Esta propuesta que apareció bajo el título de “Internacional Antiautoritaria Insurreccionalista” fue la base, y el nombre, sobre los que entre los años 1995-1996, y posteriormente en 1999-2000, se intentó concretar una suerte de coordinación en los países del área mediterránea. Estos intentos se vieron frustrados por diversas operaciones represivas (el famoso “montaje Marini” en Italia y diversas detenciones en el estado español).
Entre los años 1998 y 2002 estuvo fuertemente implicado en las luchas que se organizaron en el estado español contra el régimen de encarcelamiento FIES y en apoyo a las luchas de l@s pres@s. Trabajo activamente para impulsar la consolidación de un movimiento anticarcelario y de apoyo a l@s pres@s, lanzando diversas propuestas y reflexiones, trabajando por la consolidación de los contactos y la solidaridad desde otros países, etc.
En julio de 1999 participó en Atenas (Grecia) en el juicio contra el anarquista Nikos Matziotis (arrestado tras un atentado fallido con explosivos contra un Ministerio).
Además de todo esto nunca ha dejado de trabajar infatigablemente en su tierra natal, Cerdeña, por el entendimiento, acercamiento y coordinación entre l@s anarquistas de la isla, y también de los sectores populares sardos independentistas; ha participado en la creación de varias organizaciones/coordinadoras informales de corta vida, como el “Cómite de Solidaridad con el Proletariado Sardo Preso” o la “Unión de l@s Anarquistas Sard@s”.